El Vino Del Estío [Green Town #1]
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Cuando somos niños, la escuela es el menor de nuestras prioridades y es por ello que, cuando termina en el verano, y las vacaciones se hacen presentes, la vida vuelve a tomar un soplo de vida y se disfruta mucho más. La vida se vuelve en otra vida, en una en la que todo es felicidad, en la que la libertad es lo principal puesto que, siendo niños, los días parecen interminables, disfrutamos cada hora con los amigos, jugamos desde el amanecer hasta el anochecer y, aún en la noche, pareciera que nunca descansamos. Ese es el verano, esa es la felicidad de la niñez y la alegría por lo sencillo.
Ray Bradbury conoce muy bien ese sentimiento porque nunca dejó de experimentar esa sensación, porque mantuvo la mente abierta a lo sencillo, a la poesía de lo cotidiano y a la sensación de los instantes. Su vida estuvo llena de momentos de las que pudo sustraer la esencia primordial de la niñez, de la emotividad de ser siempre niño. Al escribir este libro, rememora varias anécdotas que le dejaron marcado y que ahora nos comparte.
Se trata de la primera parte de una trilogía de Green Town. Este es el primero. El siguiente es «El Verano De La Despedida» (Farewell Summer) y el último es «La Feria De Las Tinieblas» (Something Wicked This Way Comes).
El propio Bradbury dice que el libro está asado en sus vivencias de niño y, justamente, usa su nombre en el personaje. Ciertamente, la novela es autobiográfica pero con una mezcla entre el realismo de lo cotidiano y la ciencia ficción de lo fantástico, dando como resultado un magnífico compendio de experiencias nostálgicas y llenas de mociones que se vuelven parte de nosotros porque seguro todos hemos vivido alguno de ellos, pero no lo habíamos visto de esa forma tan poética.
Desde el primer capítulo se muestra la narrativa lírica del libro, mostrándonos la llegada del verano como un paraíso, y es que así es para un niño, es un patio de juegos que creemos infinito. Y aunque el protagonista del libro es Douglas, y Tom como segundo, todos los personajes mostrados son fascinantes. Sus relatos cotidianos enmarcan la belleza de la rutina y del costumbrismo.
Desde un hombre que comienza a perder la memoria y su memoria funciona como una máquina del tiempo debido a sus recuerdos; un grupo de amigas asustadas por un asesino que ha elegido a una de ellas; un hombre que no quiere cambiar su pasto por uno artificial porque la rutina de cortarlo es extremadamente bello; una mujer mayor que, al estar con varias niñas, le hacen creer que ella nunca fue niña; el abuelo de los hermanos que crea un vino con los dientes de león que florecen para conservar una parte del verano; la creación de una máquina de a felicidad; las enfermedades y malestares del verano; el crecimiento, los juegos, las compras, los dulces, todo lo que se hace en un verano y que parece común y corriente, pero que a través de las letras de Bradbury son extraordinarias.
Había escuchado magníficas críticas del libro, pero no lo leía aún, y ahora debo decir que sí es una joya, una representación de todo lo que en nuestra vida vivimos y olvidamos de vivir. La felicidad puede estar en una buena tarde, en un vino del estío, en la persona que está mas cerca o más lejos, en los recuerdos y en el presente, en los pequeños momentos, en la vida y en la muerte. En las despedidas. Este libro es un recordatorio de que todos fuimos niños y que no debemos de olvidarlo, ni de olvidar que podemos ser felices con todos esos momentos que dejamos escapar por poner atención a otros.
Ésa es la dificultad con su generación —dijo el abuelo—. Bill, usted me avergüenza, usted, un periodista. Todas las cosas que pueden saborearse en la vida, ustedes las anulan. Ahorre tiempo, ahorre trabajo, dicen. —Pateó los almácigos irrespetuosamente—. Bill, cuando tenga usted mis años, descubrirá que las cosas pequeñas, las alegrías pequeñas, cuentan más que las grandes. Un paseo en una mañana de primavera es preferible a un viaje de cien kilómetros en un coche que corre a los saltos. ¿Sabe por qué? Porque en el paseo hay aromas, cosas que crecen. Hay tiempo de buscar y encontrar. Ya sé. Ustedes buscan ahora lo grande, y quizá tengan razón. Pero como hombre que trabaja en un periódico debería fijarse usted en las uvas tanto como en los melones. Usted admira los esqueletos, y yo las huellas digitales. Muchas cosas lo aburren a usted, y yo me pregunto si no se debe a que nunca aprendió a usarlas. Si de ustedes dependiera, emitirían una ley que aboliría todas las tareas menudas, las cosas menudas. Se quedarían sólo con las grandes cosas, y tendrían entonces que pasarse las horas ideando algo que hacer para no volverse locos. ¿Por qué no aprenden de la naturaleza? Cortar el césped y arrancar zarzas puede ser un modo de vida, hijo.
⭐ (9/10)
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