Paraíso 25
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México es un país rico en todo lo que se puede pensar, pero el mal manejo de ello es lo que no permite a sus habitantes disfrutarlo o hacer un buen negocio para que el país crezca todavía más. Las cosas parecen funcionar desde afuera, las empresas compran y venden, la gente gana dinero con ello, pero pareciera que sólo los que manejan las propias empresas o los ricos son los que se benefician, y no la gente en general. Es complicado hacer que la población tenga ganancias cuando todo está monopolizado o no hay cabida para la cometencia sana.
Ya desde hace tiempo, unas décadas atrás, el país sufrió la devaluación del peso, una grave jugada que hizo que toda la economía cayera estrepitosamente. Desde ahí se ha tenido cuidado en todo el manejo que se hace, pero es casi imposible tener cuidado en todo. Luis Spota nos mostró en «Casi El Paraíso» que México era maravilloso, pero crédulo en muchas cosas. En «Paraíso 25» nos muestra a un México que ha crecido, pero que sigue teniendo fallos.
El autor nos regala una continuación de «Casi El Paraíso» de muy buena manera, pero que se queda a medias porque hay muchos hilos que, al menos a mí, me hubiera gustado conocer más. El intento de contar lo que sucedió 25 años después de que Amadeo Pádula fue desterrado de México, era muy interesante, sobre todo porque el país ha cambiado lo suficiente para que fuera otro país diferente, además de que el propio Amadeo también haya cambiado bastante. La trama parecía que iría por buen camino, pero se queda a medias.
En primer lugar, se supondría que Amadeo, ahora conocido como Sandro Grimaldi, es el protagonista, pero parecería que la historia se va recorriendo a través de él y no él a través de la historia, y eso se nota porque los personajes secundarios son los que lo llevan por todas partes, y quizá para muchos eso es adecuado, pero para mí no, pareciera que Sandro es un mueble que van llevando de un lado a otro sin que tenga opinión. Ya casi al final es cuando comienza a tomar conciencia sobre la importancia de ver al Presidente Electo para que sus negocios logren materializarse, pero antes de ello, Sandro pareciera más un personaje terciario, sin importancia.
Ahora, en cuanto a la propuesta de que ahora Sandro sea un entrepeneur suena muy bien, debido al cambio de época que se vislumbra en todo lo que ha sucedido. Si en «Casi El Paraíso» la consigna era la credulidad del pueblo mexicano ante la presencia de condes, reyes, princesas, etc., aquí la consigna sigue siendo la figura, pero ahora con el dinero mucho más explícito, es decir, con los negocios y las ganancias que se reportan en cada uno de ellos. Las sumas ascienden a millones y miles de millones que no sólo son generadas por los hombres y mujeres ricos, sino por sus hijos. El nepotismo y las palancas son otro tipo de descendencia o herencia como en los reyes. México se convierte, así, en lo mismo, pero con otro nombre.
El punto fuerte de la novela es la forma de narrar a un México muy cambiante, desde su anterior novela hasta la presente. México se pintaba como una serie de ranchos, de haciendas y de sitios similares, pero ahora ha cambiado a una ciudad que quiere ser cosmopolita (y que, al menos, el centro lo ha sido ya), tecnológica, centro de mercados de todo tipo, pero también de manejos por debajo de la mesa y de ilegalidades que se conocen, pero que se dejan pasar. A pesar de ello, la dualidad de un México de los 80's sigue estando visible. Por un lado se habla de los autos lujosos, de transportes de millones, de fiestas con las personas más ricas, pero por otro siguen estando las zonas pobres, los latifundios, las personas pobres que van a las ciudades por limosna, o los fraudes. México sigue siendo el mismo, pero con otra máscara y otro nombre.
Luis Spota sigue manteniendo una calidad impresionante al retratar a un México variopinto, pero eso no precisamente es bueno (en cuanto a nuestro país, no a la novela). El fallo de la novela está en colocar al personaje principal como objeto que los demás quieren y se pasean. Además, hay muchos flashbacks de la novela anterior, lo que rompe un poco con el ritmo, algunas funcionan para entender, pero otras no. También hay muchas línea argumentales que pudieron explotarse como el encuentro entre Sandro y Teresa Rondía (pues parece que ella sí lo reconoce), el guardia de seguridad que también cree reconocerlo (y que sólo se menciona en la última página) y de Frida von Becker. Quedan muchas cosas que posiblemente hubieran cabido en una tercera novela, pero ya nunca lo sabremos.
⭐ (7/10)
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