La Dama Pálida
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A través de nuestra historia como humanidad, hemos dado cuenta de momentos que pueden ser los mejores de nuestros años, pero también los peores. Eventos catastróficos y eventos maravillosos que se ven como valles y crestas de la Historia. Pero estos momentos no suceden sólo porque sí, tienen una explicación, una justificación humana. Individuos que marcan un antes y un después de cierta época debido a sus atrocidades o a sus bondades con los demás. En este caso, las atrocidades son la orden del día.
Quizá muchos hemos escuchado el nombre de Erzsébet Báthory de Ecsed y la mitología que hay detrás de ella respecto a las prácticas pocos convencionales (para nuestra época) que tuvo con el líquido vital: la sangre. Y así como hay varias perspectivas que tratan de explicar el porqué sucedió así, también hay varias que tratan de explicarlo con un toque más personal, más íntimo y menos llevado a la locura. Esto es lo que vemos en La Dama Pálida de Mario Peloche Hernández.
Hay una cierta similitud de lo que sucede en la novela con la época actual (y no hablo de las perversiones o la locura, hablo de la difícil situación de la reclusión). Hemos vivido meses atrapados en nuestras casas, pensando en el futuro, sufriendo la ansiedad del presente y rememorando el pasado. Así le ocurre a Erzsébet que, con sus diferencias muy claras, sufre aquellos años encerrada en su habitación, recordando la muerte de su esposo, recordando y sufriendo por sus hijos, pero sufriendo más aún por las decisiones tomadas, por la creencia que la sangre era la solución a sus problemas de usar la magia de mala manera. Nosotros creeríamos que usamos la tecnología o la ciencia de fatal manera, y estaríamos de acuerdo, y quizá hemos hecho más daño del que Erzsébet hizo. A estas alturas, me parece casi imposible comparar los daños de ambos.
Pero también me recuerda que somos víctimas de nuestra situación, de nuestro momento histórico y social. Si ella no fuera capaz de creer que la sangre sería la solución, sería otra cosa, porque el dolor que la embargaba cegaba la razón, cegaba un conocimiento del sentido común. El dolor nos hace ser irracionales. A ella, el dolor también la hizo creer en algo que calzaba bien con sus ideas, con su pensamiento, y así fue.
La pluma de Mario Peloche nos lleva de la mano a través de su recapitulación, de una cierta forma de explicación y confesión de lo vivido, quiere parecer un «De Profundis» que explique el motivo de sus acciones y ponga en primer lugar el dolor sentido. A pesar de que las escenas llenas de sangre, dolor y muerte son de gran cantidad, todas tienen un fondo nostálgico, de sufrimiento y pesar, lo que no las vuelve de terror sino de culpa. Por eso decía más arriba que el libro tiene un toque personal, intimo, porque, amén de que está escrita en primera persona, sentimos cada emoción descrita por los personajes como nuestros, como si fuéramos una suerte de sacerdotes que le dará la extremaunción. Este es, quizá, el punto más fuerte del libro.
Hablando de la estructura, me gusta el hecho de que los capítulos sean cortos, y me gustan los párrafos extensos porque desarrollan la descripción de los pensamientos, recuerdos y emociones de los personajes, pero no a todos les gustará esa prolongación. Quizá se conformen con las primeras oraciones y después sientan que el resto está de más.
El detalle de los epígrafes me gusta, y más porque están muy bien usados para la temática de los capítulos.
Los personajes secundarios, que al final, son todos los demás a excepción de La Dama Pálida, sirven para crear el ambiente de la mujer, para hacer más grande la leyenda y el mito, para que, a partir de ellos, todo se vuelva más tétrico.
Se siente el cariño por el tema, la afición por una imagen real y mitológica como lo fue Erzsébet Báthory, queriendo explicar un punto de vista desde el tema del investigador y del fanático de ella. La poca extensión y la narración nos hace pensar que pudo haber tenido un mejor resultado y ser más grande, colocando más detalles menos conocidos y siendo más directo con el mensaje, es decir, aunque se habla de la soledad, del dolor, de la creencia, quizá de la enfermedad que pudo tener, no se concreta en ninguno. Por supuesto, nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrió, y menos teniendo las limitaciones de la época, pero colocar tantas dudas no hace sino cuestionarnos más. Algo muy bien para adentrarnos en el tema.
Un agradecimiento al autor por el ejemplar del libro para la crítica. Siempre es un gusto.
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Mario Peloche Hernández (Cádiz, 1975) es licenciado en Biología por la Universidad de Extremadura. «Hécate» (Atlantis, 2013) fue su primera novela, seleccionada como finalista en la V Edición de los premios “La Isla de las Letras 2014” dentro de la categoría de Fantasía y Ciencia Ficción. Tras ella, se publicó el relato largo de misterio victoriano «Ojos Negros Sobre El Támesis» (Tau Editores, 2017) y la novela de ficción sobrenatural «El Molino De Dios» (Esdrújula Ediciones, 2017). A principios de 2018 se produjo la reedición revisada de «Hécate» (Tau Editores).
Ha sido finalista del premio de relato Domingo Santos (2017), organizado por la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror, y obtenido el segundo premio en el concurso de Microrrelato de las II Jornadas Góticas de Cáceres. Además ha publicado varios relatos en distintas revistas y publicaciones, tanto impresas como digitales, y otros han sido recogidos en diferentes antologías.
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