El Traje Del Muerto
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Los fantasmas, se supondría, siguen en el plano terrenal porque tienen asuntos pendientes por concluir, pero, ¿a qué se refieren esos asuntos? ¿Venganza, un último diálogo, una última confesión, la voluntad que no se realizó, qué? Si nos apegamos a las historias que hemos escuchado a través de los años, cualquier cosa serviría como excusa para que una persona, después de fallecida, decida volver de entre los muertos a aterrorizar o mortificar a alguien más. Esa una de las excusas que Joe Hill decide aprovechar para su primera novela.
Ya hablamos de «Fantasmas» (20th Century Ghosts) y la peculiar forma en que hay una visión del mito de este espectro en sus relatos. Pero ahora toca verlo desarrollar una novela de larga extensión y saber si es posible que esa calidad se mantenga. El resultado es asombroso y nada le pide a la imaginación de su padre para crearlas.
Así es como nos ha regalado El Traje Del Muerto.
La novela es una pequeña maravilla por varias razones. La primera, y muy sencilla, es que tiene una esencia muy clara, muy transparente, donde el autor no se preocupa por crear un bestseller sino por crear una obra íntima y personal. Sin nada de pretensiones ni nada por el estilo. Es un libro que quizá ansiaba escribir y que lo logró. Una suerte de homenaje a todo lo que ha incluido en él porque no hay duda de que la música y la literatura se encuentra en cada página con menciones sobre bandas y obras de gran calidad.
Otro aspecto que tiene de fenomenal es el trabajo de los personajes. La psicología de todos está muy bien realizado. El principal, Judas Coyne, sí, es un músico muy famoso, pero eso no quita que sea un humano con sus propios problemas (a veces creemos que los famosos no viven lo mismo que nosotros, y no, todos pasamos por lo mismo) y sus propios fantasmas. Su carácter pareciera ser duro y difícil de roer, pero como sucede siempre, es sólo una fachada. Esto podría ser un cliché, pero Hill rescata lo menos del cliché y lo vuelve más una persona común que alguien famoso (las partes en que cree que lo reconocerán, pero no es así, son una prueba). Vemos su personalidad con las mujeres, que pareciera ser desenfadada y hasta machista, pero en el fondo las quiere y sí, se equivoca, pero lo hace resarcir con otras acciones. La forma de cambiar el nombre es ese evitar sentirse atado, aunque también es una muestra de poco respeto a la mujer. Cosa que cambia con Marybeth.
Marybeth (Georgia) es una chica muy fuerte, que su pasado la hace ser así. Debido a ello, conoce a Jude y lo acepta como es, y lo ama. Por eso no se va cuando todo comienza a empeorar. Sabe que, aunque no termine bien, lo hará por amor. Y se ve recompensada al final. El final es lo más luminoso que hay. Los perros se vuelven protagonistas de la historia y es de lo mejor que tiene.
Si bien es cierto que la escritura se acerca más a una novela de un joven primerizo, también tiene muchísimo esfuerzo en ella. Se nota que es su primer trabajo de larga extensión (y se notaba su aprendizaje desde los relatos de su primera antología), pero también se nota el cariño por las letras. Se nota el empeño que proporciona para la creación de los personajes, de las situaciones y del pasado de todo. Es curioso ver que el protagonista funciona como un anti-héroe, situación que Hill logrará recuperar para su siguientes trabajos, y así mejorarlos.
La narrativa es de fácil lectura, no emplea palabras rebuscadas y es sencillo el ensamblaje de los capítulos (que varían de extensión desde sólo un párrafo hasta 15 páginas). Para los lectores, esto será una buena manera de llevar la lectura porque la división de estos recae en las escenas.
Se nota lo primerizo de su situación, pero eso no significa que no sea un buen libro. Se nota su amor a la literatura y a la música. Falta pulir algunos detalles, pero todo el texto está bien hecho. Como primera novela de un escritor que ya se ha consolidado, es un gran trabajo.
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