Rifkin's Festival
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Dicen que si escribiéramos todo lo que nos sucede en la vida, cada uno de nosotros sería un novelista en potencia. Nuestras acciones, nuestros pensamientos, nuestros sueños y rupturas sentimentales, nuestros éxitos y fracasos se convertirían en nudos de una obra literaria completamente dramática. Pero, ¿qué sucedería si, en vez de un libro, todo ello fuera una película? ¿Sería un drama, una comedia, un thriller o un sinfín de momentos de acción?
Quizá el género no tendría el 100% del tiempo asegurado, pero seguramente sí seguiría estando una buena cantidad de drama en ella. Con momentos que nos recuerden a las clásicas películas de Bergman, Fellini, Truffaut, Buñuel y muchos más que han creado un sello personal y que, combinando todos ellos con nuestra vida, sería todo un festival, como en Rifkin's Festival.
Una pequeña joya que, si bien no termina de ser una obra maestra de las ya consolidadas de Woody Allen, sí es una excelente producción que homenajea al cine en distintas épocas de antaño, a grandes directores y artistas y, por supuesto, como ya es una tradición, a un evento y a una ciudad en específico: San Sebastián y su Festival de Cine.
Mencionando lo anterior, la película es entretenida, es rápida y, debido a que apenas pasa de los 80 minutos y con la ya conocida fama del escritor y director de llenarla de textos y diálogos, el tiempo pasa volando. Es un producto muy breve, pero de lo breve bueno. Lo más rescatable se encuentra en la dirección, donde muestra algunos parajes de San Sebastián tan bellos y llenos de un color asombroso. Desde la costa, el mar, las ventas públicas de los mercados y algunos sitios más. A pesar de que el punto importante es el Festival, no ocurre mucho allí, el tema viene más por la historia el protagonista y sus pesadillas.
El título proviene no sólo de que ese Festival en particular es el parteaguas para grandes revelaciones para su vida, como la separación y el breve enamoramiento de Joanna, sino de que, cada aprendizaje que va teniendo y cada reflexión, se va transformando en una pesadilla con un estilo de dirección única, de los grandes maestros de Europa. El festival sucede en su mente, con reflexiones y decisiones que van cayendo en su lugar. El festival es su vida.
Las actuaciones son sencillas y cumplen con el bien logrado guion de Allen, el cual trata de meter homenaje y reflexión sobre el cine. Wallace Shaw comienza sin poder, pero después lo adquiere mientras avanza su historia. Elena Anaya le roba el protagonismo a Gina.
Quizá con algunas quejas después de lo que le sucedió en su vida personal, Allen logra darle momentos que son buenas críticas en el mundo del cine. Desde el descontento con el director que pretenden es un mesías del cine, hasta la prensa que sólo hace "preguntas tontas".
La película logra ser un buen soplo de aire fresco entre tanta acción desmedida del cine comercial, pero tampoco es una obra que vaya más allá de lo evidente. Un buen resultado para homenajear a grandes directores y con una duración justa.
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