El Buen Sam
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La película trata de enviar un mensaje conforme a lo principal de la historia: que la bondad a veces puede aparecer de la nada sin esperar nada a cambio, pero que también pueden haber personas que aprovechan el momento para fines propios. Por supuesto, lo que importa resaltar es el primero de ellos, y así lo hace, con un desarrollo simple y carismático gracias a Tiya Sircar (que ya habíamos conocido en «The Good Place»). Ella es la que le da el ambiente fresco y agradable a la historia. De hecho, es quizá de lo poco bueno que tiene.
El desarrollo de la historia, y en general todo, es muy previsible. Es evidente que el hombre que conoce Kate es el Buen Sam desde el primer momento que lo vemos, y aunque la película quiere hacernos creer que no y que las pistas se irán revelando poco a poco, no es para nada sorpresivo. Esto nos hace ver que toda la película es sencilla y nada arriesgada, y hasta podría ser que complaciente en todos aspectos. Como dijimos, tal vez lo mejor sea la actuación de la protagonista y su compañero de cámara (que con lo poco que sale, logra hacer un buen papel de relleno).
Más que una comedia, la producción se queda a medias entre lo que quiere ser y lo que es, porque no es divertida, no es graciosa, ni es dramática. Es como una película navideña que quiere hacernos creer que la época es y será siempre de paz y amor. Así es la película, quiere mostrar de manera forzada, que sí hay personas amables, y aunque por momentos lo consigue, no logra hacer que funcione por completo con todos los demás aspectos. También que los políticos aprovecharán cualquier cosa que pueda ofrecerles más visibilidad para una campaña o para tener mejores ingresos. La película aborda muchas cosas, pero ninguna es desarrollada como para servir de buena línea secundaria.
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